El último lugar salvaje

Mike Tomkies

La vieja casa de piedra era fría y poco acogedora. Tiritando por primera vez en un rincón de su interior frío y húmedo, rodeado por los restos de mi vida anterior, fui presa de un súbito pánico. Calado hasta los huesos, estaba agotado después de una larga jornada dedicada a transportar haces de leña y bultos de equipaje en una barca de una orilla a otra del lago, de aguas grises como el acero, bajo el azote de la lluvia, que caía con fuerza. Después de vivir siete años en plena naturaleza, primero en una costa remota del oeste del Canadá y luego en una vieja cabaña de madera junto al Atlántico en una isla escocesa, mis acariciadas esperanzas de que este nuevo lugar se convirtiera en la base para nuevas experiencias naturalistas, más intensas que ninguna de las anteriores, parecían no ya presuntuosas, sino decididamente temerarias. Nadie había vivido allí de modo permanente desde 1912. Al quedar fuera de servicio el viejo vapor que en otro tiempo había surcado el lago, había desaparecido también de sus orillas toda vida humana.

Fonte: Tomkies, M. 1988 [1984]. El último lugar salvaje. Barcelona, Martínéz Roca.